
Lo que verdaderamente impresiona, más allá de los números, es el rostro de los miles de peregrinos
100 kilómetros, 19.000 participantes y misa en latín: la peregrinación que ha batido récords este 2025
En España, la llama también crece. Inspirados por el modelo francés, desde 2020 se realiza cada año una peregrinación similar en Covadonga, Asturias
Podría parecer una simple caminata si uno se queda con los datos: 100 kilómetros de recorrido entre la iglesia Saint-Sulpice, en el corazón de París, y la majestuosa catedral gótica de Chartres. Pero basta ver los rostros, las mochilas polvorientas y los cánticos al amanecer para entender que es mucho más: se trata de una de las manifestaciones de fe más potentes de Europa, que este 2025 ha batido récords.
Más de la mitad de los peregrinos son menores de 25 años. Muchos apenas superan los 15. Y, sin embargo, son ellos quienes, con paso firme, asumen el reto: caminar cien kilómetros en apenas tres días —40 km el sábado y el domingo y cerca de 20 km el lunes— bajo el calor de junio, y entre el barro, el frío y la humedad de las noches en la campiña francesa. No llevan solo mochilas: cargan también con un deseo que escapa a toda moda o tendencia —vivir y transmitir con alegría y sin complejos la plenitud de la fe católica.

Peregrinos llegando a la catedral de Chartres, a 100 kilómetros de París
La 43.ª edición de la peregrinación París-Chartres, organizada por Notre-Dame de Chrétienté (Nuestra Señora de la Cristiandad), ha alcanzado este 2025 cifras récord: 19.000 peregrinos, un 5 % más que el año anterior, y con plazas limitadas por razones de seguridad y organización. Apoyados por 1.000 voluntarios y 'ángeles de la guarda' —aquellos que no caminan, pero rezan por la peregrinación—, lo que verdaderamente impresiona, más allá de los números, es el rostro de esta multitud: jóvenes, familias enteras empujando carritos, niños, adultos, sacerdotes y religiosas.
Un pueblo en marcha que no tiene miedo de rezar, de arrodillarse en medio del campo, de cantar a viva voz en latín, de mirar al cielo y pedirle a Dios: «Para que Él reine, en la Tierra como en el Cielo», lema que ha marcado con fuerza el espíritu de esta edición.
Latín, incienso y oración
«Es una ascesis, incluso una penitencia: un verdadero esfuerzo que solo tiene sentido porque se realiza con un propósito espiritual», explica Philippe Darantière, presidente de Notre-Dame de Chrétienté, en unas declaraciones que recoge Gaudium Press.
Porque esta caminata es también una escuela de virtudes: esfuerzo, silencio, oración, fraternidad, formación. Cada día está marcado por momentos de reflexión, por charlas que buscan iluminar la vida de fe de los peregrinos. «El esfuerzo de una caminata de 100 kilómetros no sería soportable para la mayoría si no existiera esta dimensión de fraternidad vivida durante esos tres días», añade Darantière.
Desde hace años, la peregrinación París-Chartres celebra cada día de la peregrinación la Santa Misa según la forma extraordinaria del rito romano: la misa tradicional en latín. Lo que a muchos sorprende es que sean, precisamente, los más jóvenes quienes abracen con mayor fervor esta liturgia solemne. Para muchos, se trata de un tesoro descubierto.
«La experiencia de la oración es, evidentemente, el núcleo de esta peregrinación», señala el director de la asociación. «En el camino hacia Chartres, esta oración toma la forma de la liturgia tradicional, lo cual representa también un enriquecimiento espiritual. Ya sea para quienes están familiarizados con ella o para quienes la descubren por primera vez, el impacto es profundo», enfatiza.
¿Tradición pasada de moda?
La peregrinación cambia de fechas cada año, ya que se organiza en torno a la fiesta de Pentecostés, que este año se celebró el 8 de junio. Comenzó el sábado 7 de junio con la misa inaugural en Saint-Sulpice. El domingo, la santa misa fue celebrada por monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), una de las voces más influyentes del tradicionalismo en Europa. Finalmente, el lunes, la llegada a Chartres culminó con la misa en la catedral, presidida por monseñor Philippe Christory, obispo de la diócesis.
Mientras persisten las voces que anuncian el ocaso del cristianismo en Europa o que abogan por una Iglesia moldeada según los dictados del mundo contemporáneo, la peregrinación a Chartres ofrece una escena que desafía silenciosamente ese relato. Lejos de representar un anclaje nostálgico en el pasado, su fuerza parece residir precisamente en aquello que muchos consideran obsoleto: la solemnidad, el sacrificio, el arraigo en una tradición viva.

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Varios testimonios recogidos por medios franceses destacan el profundo impacto espiritual de la experiencia, especialmente entre jóvenes que, sin haber tenido contacto previo con la liturgia tradicional–de hecho cerca del 30% de los peregrinos no provenían de este entorno tradicionalista–, quedaron fascinados por la belleza, el recogimiento y la solemnidad de una misa y de una peregrinación que vuelve a las raíces de la tradición cristiana.
En España, la llama también crece. Inspirados por el modelo francés, desde 2020 se realiza cada año una peregrinación similar en Covadonga, Asturias. Porque lo que mueve a estos jóvenes no es la añoranza de otro tiempo ni el rechazo del presente, sino la intuición de que en la fe encuentran algo sólido sobre lo que construir, incluso —y quizá sobre todo— en medio de la incertidumbre contemporánea.