
José María Rodríguez Paniagua
José María Rodríguez Paniagua (1928-2025)
Un hombre sabio y bueno
Doctor en Filosofía y en Derecho. Sus convicciones católicas están presentes en su obra

José María Rodríguez Paniagua
Doctor en Filosofía y en Derecho
Sus convicciones católicas están presentes en su obra, pero siempre dejó clara la distinción entre la filosofía y la religión. Su posición era claramente favorable a las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
Ha muerto un maestro, nuestro maestro, en Madrid el 3 de mayo de 2025. Nació el 2 de abril de 1928 en Urones de Castroponce (Valladolid). Doctor en Filosofía y en Derecho con dos tesis doctorales sobre el derecho de propiedad privada en la Escolástica y sobre la Filosofía de los valores como ética jurídica con especial referencia a Max Scheler. Fue catedrático de Filosofía de Bachillerato en Baeza y San Sebastián, y catedrático de Filosofía del Derecho en las universidades de Valencia, Alcalá y Complutense.
Antes había completado su formación en Alemania. Su actividad académica, docente e investigadora, ha estado caracterizada por el rigor y la excelencia. Su dedicación a la Universidad ha sido completa.
Su concepción del Derecho es una forma de tridimensionalismo jurídico. El Derecho posee tres dimensiones que han de coexistir: el Derecho es ley estatal, decisión judicial y resolución justa de los conflictos. El Derecho es norma, hecho social y justicia. Cabría decir, con sus palabras, que «el Derecho es un orden de la conducta humana, generalmente acatado en una determinada sociedad, porque, junto a la certeza y seguridad, trata de realizar otras aspiraciones, y, dentro de éstas, de manera destacada la Justicia». De manera que no hay verdadero Derecho si no hay al menos una aspiración a la realización de la Justicia.
Fruto de esta concepción es su trilogía: Ley y Derecho, Derecho y sociedad y Derecho y ética. Así como su Historia del pensamiento jurídico.
Sus convicciones católicas están presentes en su obra, pero siempre dejó clara la distinción entre la filosofía y la religión. Su posición era claramente favorable a las enseñanzas del Concilio Vaticano II. En la evolución de la historia reciente de España y, especialmente, en la actitud ante la Transición, defendió la posición favorable a la justicia y la concordia.
En la Filosofía del Derecho española, marcada durante décadas por el enfrentamiento entre lo que Luis García San Miguel calificó como Trento y Ferraz, y que, según él, la tenían asolada, siempre representó una posición independiente por la que no dejó de pagar un alto precio. Su compromiso académico solo tenía como objeto la verdad. Es cierto que no compartía esa dicotomía, pues él se sentía, con razón, ajeno a ella.
No es extraño que quien asumió la misión de las minorías ejemplares y del verdadero intelectual, se viera marginado en los ámbitos en los que prevalecen las masas. Solo dirigió dos tesis doctorales, la de Carlos Eymar, amigo y coautor de estas líneas, sobre los derechos humanos en Marx, y la mía sobre la teoría de la minoría selecta en el pensamiento de Ortega y Gasset. Mantuvimos durante décadas unos almuerzos entre los tres. Hace unos años, ya enfermo, declinó la continuidad de estos encuentros, argumentando, no sin exageración, que ya no tenía nada que aportarnos.
Él ya ha emprendido lo que Salomón calificó como el viaje de todos. Estamos seguros de que continuaremos nuestras conversaciones en la vida futura que no termina. Nunca olvidaremos el magisterio y la amistad de un hombre sabio y justo.