Polémico empresario e influyente mecenas

Corrían los años noventa en una Cataluña en la que el pujolismo reinaba sin rivales cuando un juez, de nombre Luis Pascual Estevill, que había accedido a la judicatura a través del cuarto turno, reservado, sin oposición, a los «juristas de prestigio», extorsionaba, con la ayuda del no menos polémico abogado Joan Piqué Vidal, a determinadas personalidades de la sociedad catalana: quien no pagara, podría acabar entre barrotes.

Fue el caso del empresario José Felipe Bertrán de Caralt, referente de la gran burguesía barcelonesa, que actuó, como no podía ser menos, en testigo de cargo contra Pascual Estevill cuando este último fue enjuiciado y condenado. Mas Bertrán de Caralt también recibió condena en la misma época por los dos delitos de defraudación —dos penas de un año y seis meses— y otro de falsedad, penado con dos años. Evitó la cárcel tras abonar al erario 1.182 millones de las antiguas pesetas. El caso se cerró definitivamente en 1997 con un indulto que le concedió el Gobierno presidido por José María Aznar.

Este episodio empañó una gran trayectoria empresarial, diversificada entre la cementera Asland —de la cual su familia era accionista mayoritaria y que acabó siendo vendida a la francesa Lafarge-Coppée—, la presidencia de la rama española de la multinacional italiana de neumáticos Pirelli y la vicepresidencia de Aguas de Barcelona. Si bien donde Bertrán de Caralt dejó su mayor huella fue en Material Agropecuario, que fundó y de la que hizo la mayor empresa en España del sector de cría y engorde de pollos.

En paralelo a estas actividades, Bertrán de Caralt, hombre culto y apasionado del arte, desarrolló un intenso mecenazgo plasmado en colaboraciones con el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el Museo Nacional del Arte de Cataluña, sin olvidar el Museo del Prado, del que fue patrono, función que también sirve para recordar que Bertrán de Caralt fue un catalán fiel a España. La segunda vertiente de su compromiso cívico fue la escuela de negocios IESE, en la que cursó un Programa de Alta Dirección, que le sirvió de pasarela entre la abogacía —en la que inició su andadura profesional— y el mundo empresarial. En IESE fue presidente de la Agrupación de Alumnos, vocal de su comisión permanente y dio su nombre a dos cátedras.