Fundado en 1910
Fotografía del Monasterio de Sijena durante los trabajos de arrancado de las pinturas

Fotografía del Monasterio de Sijena durante los trabajos de arrancado de las pinturasInstituto Amatller

Así fue el expolio de Sijena financiado por la Generalitat republicana durante la Guerra Civil

El Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia de la Audiencia de Huesca que ratifica la propiedad aragonesa de las valiosas pinturas murales de Sijena por lo que la MNAC está obligada a restituir estas joyas del románico español extraídas en 1936

«Sijena tiene ocho siglos de historia. Cuidó su patrimonio como en pocos lugares de nuestra tierra se ha hecho», escribe Marisancho Menjón Ruiz, historiadora especializada en el salvamento y expolio de las pinturas murales del Monasterio de Sijena (Huesca).

Sin embargo, durante la Guerra Civil española fueron arrancados de los muros del monasterio 120 metros cuadrados de frescos que ahora se encuentran desperdigados en museos como el Museo Nacional de Arte de Cataluña, o, en muchos casos, en paradero desconocido o destruidos.

El monasterio, situado en el corazón de Los Monegros, en Huesca, fue fundado en 1188 por Sancha de Castilla, esposa de Alfonso II de Aragón. Más tarde pasó a ser panteón real y estuvieron enterrados la propia Reina Sancha, Pedro II de Aragón y algunas infantas. Asimismo, el Monasterio de Sijena también albergó el Archivo Real antes de su definitiva ubicación en Barcelona.

«Tuvo extensísimos dominios, fue un auténtico señorío feudal medieval con gran poder y, en ocasiones, llegó a ser casi una extensión de la Corte real aragonesa. De ahí que atesorase obras de arte de excepcional riqueza y calidad», advierte Menjón en el artículo Sijena: un largo expolio y una complicada recuperación de su patrimonio, publicado en Investigart.

Acuarela del interior del Monasterio de Sijena por Valentín Carderera

Acuarela del interior del Monasterio de Sijena por Valentín Carderera

«No fue la Desamortización, sino la Guerra Civil»

Pero «todo ese patrimonio no se perdió con la Desamortización, como ocurrió en tantos otros conventos —indica la historiadora—, sino que fue en su mayor parte destruido durante la Guerra Civil; y el que se pudo conservar se desperdigó tras la marcha de las religiosas a Barcelona en 1970, aunque en su mayor parte fue a parar al museo de esta última ciudad y al Diocesano de Lérida», detalla en el artículo.

Al estallar la contienda, varios vecinos de Sijena aconsejaron a las monjas que se marchasen del pueblo porque habían llegado desde Barcelona «varios caminos» de milicianos que pretendían quemar el templo, según el testimonio de Antonio Lerín Villas, vecino del pueblo que declaró en la Causa General, abierta tras la Guerra Civil por la Fiscalía General del Estado.

Y a los dos o tres días de su llegada, «se vio arder» el monasterio. El incendio duró varias noches; algunos vecinos se acercaron para intentar salvar todo lo que pudiesen, como el retablo o el archivo, que lograron rescatar. Nadie pensó en los frescos pintados en los arcos y los muros de la sala capitular, salvo una persona: José Gudiol.

Cuando se enteró del incendio, este arquitecto, historiador, restaurador y marchante viajó al pueblo, situado a 64 kilómetros de Huesca, acompañado de dos hombres.

El monasterio después del incendio de 1936

El monasterio después del incendio de 1936José Gudiol

«El arquitecto José Gudiol Ricart, que las había fotografiado en detalle pocos meses antes, acudió a Sijena cuando tuvo noticia de lo ocurrido y determinó su arranque para tratar de conservar los fragmentos calcinados que todavía quedaban», explica la historiadora. Además, Gudiol «consiguió que el secretario del consejero de Cultura de la Generalitat republicana le consignase 4.000 pesetas para realizar la operación, y en octubre volvió al monasterio con dos compañeros suyos que se encargaron de llevarla a cabo», afirma.

Los trabajos de preparación se realizaron entre el 1 y el 10 de octubre, mientras que las labores de arranque se prolongaron hasta el 17 de noviembre, todo ello, claro está, sin contar con el permiso de las monjas, que se estaban refugiando en las casas del pueblo, ni con el de la Dirección General de Bellas Artes de la República.

«Un atropello histórico»

Así, en 48 días, alrededor de 120 metros cuadrados de pinturas fueron arrancadas del monasterio. Gudiol y sus ayudantes cubrieron los frescos de cola soluble, pegaron grandes telas de algodón sobre las pinturas para que la capa superficial de la obra se pegase en la tela, que después se extendería sobre otro lienzo. Con esta técnica conocida como strappo, se llevaron 64 rollos de tela que se depositarían en la Casa Ametller, en Barcelona, para que Gudiol pudiese restaurarlas.

Tras finalizar la guerra, parte del patrimonio que se pudo salvar fue devuelto a su lugar de origen, pero «las pinturas de Sijena no volvieron», sentencia Menjón. Permanecieron en el taller de Gudiol hasta 1940, cuando aparecen en lo que es hoy el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). «Pese a que hubo reclamaciones para la devolución de las pinturas por parte de las instituciones aragonesas ya desde 1939, y de que la Dirección General de Bellas Artes ordenó por dos veces su restitución, las órdenes nunca se cumplieron y el conjunto pictórico se quedó en Barcelona», explica Menjón en Investigart.

Joan Ainaud de Lasarte

Joan Ainaud de LasarteMNAC

Además, en 1960 se produciría un segundo expolio cuando Joan Ainaud de Lasarte, historiador y director del museo, visitó Sijena y, sin permiso previo de la Dirección de Bellas Artes, arrancó los frescos de la sala capitular que Gudiol había dejado atrás con la intención de crear una gran exposición de arte románico en Barcelona y Santiago de Compostela.

«Se sacaron entonces del cenobio monegrino los restos que aún quedaban de la sala capitular; las pinturas del refectorio, del siglo XVI; parte de las del ábside, de mediados del XIII; y un soberbio conjunto de pinturas profanas conservadas en una sala baja del palacio prioral», detalla la historiadora en el artículo.

Lo más indignante fue que en la exposición que se celebró en 1961, el museo catalán las presentó como procedentes «de un castillo arruinado cercano a Lérida», comenta Menjón, quien declaró en El Mundo en 2016 que «hasta los años noventa estas pinturas pasaron por ser pinturas catalanas» y consideró aquello como «un atropello histórico».

Ahora, el Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia de la Audiencia de Huesca que ratifica la propiedad aragonesa de las valiosas pinturas murales de Sijena, consideradas una de las joyas del románico español. Así, la sentencia obliga al MNAC a restituir a la sala capitular del Monasterio de Villanueva de Sijena las pinturas murales que fueron extraídas.

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