Caseta de la peña Los 14 Pollitos en el Paseo de Victoria

Caseta de la peña Los 14 Pollitos en el Paseo de la VictoriaLa Voz

El portalón de San Lorenzo

Alrededor de la Feria de Nuestra Señora de la Salud

Ya se llevaba mucho tiempo poniendo sobre la mesa las molestias (sobre todo para los vecinos) que suponía tener la Feria en pleno centro de la ciudad

En el bello idioma que nos legó Roma la etimología de la palabra «feria» tenía el significado de fiesta solemne con día de descanso para asistir a determinados cultos religiosos. Esta circunstancia propiciaba que mercaderes y comerciantes de todo tipo aprovechasen la ocasión y apostasen sus mercancías frente a los templos señalados, aumentando el bullicio a su alrededor.

Las ferias en la Edad Media acentuaron este aspecto comercial. La protección real favorecía con ellas el intercambio de productos entre poblaciones, incluso a largas distancias, en un complejo mundo de normas y regulaciones donde cualquier actividad comercial o económica de cierta importancia debía ser permitida por los monarcas. Durante los días de ferias y mercado las principales vías de comunicación se vigilaban para facilitar el tráfico de comerciantes.

Dentro de nuestro país la mayoría de las ciudades castellanas disfrutaban de dos ferias anuales durante la Edad Media y Moderna, por lo general una en primavera y otra en otoño, con una duración aproximada de quince días. Las primeras noticias que se conservan de los orígenes de las de Córdoba se remontan a un Real Privilegio concedido al Concejo de la ciudad por el rey Sancho IV, fechado el 5 de agosto de 1284.

El nombre de Nuestra Señora de la Salud

En 1665, en las inmediaciones de la Puerta de Sevilla se encontraban labrando la tierra dos compadres del Alcázar Viejo, Bartolomé de la Peña y Simón de Toro. Llegado un momento observaron que el terreno que labraban se les ahondaba. Encontraron una oquedad que cubría el brocal de un pozo elaborado con jaspe blanco, con señales de ser muy antiguo y al que aún le llegaba el agua de algún desconocido venero. Dentro del pozo se encontraron una pequeña estatua de una Virgen con su Niño en los brazos.

Aquel hallazgo de estos dos labradores, muy conocidas en su barrio, cundió por toda la ciudad, acudiendo muchos cordobeses a presenciar y venerar la imagen y, por qué no, a probar el agua clara del pozo, de la que enseguida se dijo que era milagrosa y restablecía la salud. Algo de verdad debía haber en todo esto de las curaciones, pues el nombre de la Salud se le adjudicó a esta imagen de la Virgen, a la que por suscripción popular se le llegó a levantar una capilla o ermita con altar que incluía al pozo.

Imagen de Nuestra Señora de la Salud

Imagen de Nuestra Señora de la Salud

En 1673 se inauguró esta capilla que enseguida constituyó un peregrinar continuo de los cordobeses para rezar a la Virgen y beber su agua. Pronto acudieron por allí los comerciantes para aprovechar el trasiego de personas y venderles sus productos, colocando sus puestos cerca entre la Puerta de Sevilla y la de Gallegos. Al final, la Virgen de la Salud se asociaría a las grandes ferias otorgadas por el privilegio real, que fueron mudando de fechas y organización a lo largo de su historia.

(Hay que apuntar respecto al porqué de estas apariciones siempre en pozos o lugares recónditos que, pese el mito de las tres culturas, durante determinados momentos de la denominación musulmana, con más rigor conforme pasaban los años, sobre todo con los integristas almorávides y almohades, la práctica pública de los rezos y prácticas religiosas ajenas al Islam fue perseguida, por lo que cualquier testimonio de sus creencias, como cruces, imágenes u otros objetos de devoción eran escondidos a fin de evitar represalias. Luego es plausible lo de las imágenes escondidas en pozos).

Hay que decir que López Amo nos cuenta que en el siglo XIX a toda esta zona se le llamaba como la «Alhadra» que en árabe quería decir «vergel».

El Paseo de la Victoria

La Feria que conocimos encontró su sitio estable en el Paseo de la Victoria, lugar elegido por su abundante arboleda. Antes de que se conformase este Paseo allí existía una antigua ermita de la que se desconocía su origen (algunos lo situaban incluso durante la dominación musulmana) llamada de Nuestra Señora de las Huertas, nombre asignado por estar rodeada de ellas. También se le llamaba de la Victoria, porque éste era el nombre de una de esas huertas. Fue donada por el obispo don Juan Daza en el año 1509 a fray Francisco Vinet, general de la Orden de San Francisco o Mínimos, que fundaron allí su convento el 15 de agosto del referido año.

En 1776 el corregidor don Francisco Carvajal y Mendoza, venciendo muchas oposiciones, incluidos de los propios frailes, efectuó la plantación de árboles en dicho paraje formando tres círculos y dos calles, una en dirección a la Puerta de Gallegos y otra a los Tejares, instalando en el centro una gran fuente cuadrada. Otro corregidor, don José Aguiluz, allanó en 1798 los paseos y colocó bancos para el público.

Conforme avanzaba el siglo XIX se aceleraron las obras. En acuerdos capitulares de 1853, se puede leer: «… para proporcionar sombra y descanso al público se instalaron toldos y sillas» a la vez que se dispuso que cuatro carros de pipa (depósito de agua) y dos con manga de riego regasen el Paseo para combatir el polvo y la canícula.

Un año después, en 1854, el alcalde don Francisco de Paula Portocarrero encargó al arquitecto don Pedro Blasco Menéndez un proyecto para la reforma integral de los jardines de la Victoria, pidiéndole que se terminaran de forma rápida, para que la feria se pudiera celebrar en dicho lugar. A pesar de los constantes parones en las mejoras, la Victoria estaba ya destinada a ser los jardines y el asiento de nuestra Feria, sobre todo cuando llegó el tren a la estación próxima a los Jardines de la Agricultura (1859) y también porque en 1846 ya se había construido la flamante plaza de toros de los Tejares, y en esa España era inconcebible una gran fiesta sin los toros de por medio.

Cartel de la Feria de Córdoba (1957)

Cartel de la Feria de Córdoba (1957)

Nostalgia de aquella Feria

A pesar de que la Victoria se consolidó definitivamente como el recinto ferial, sobre todo cuando se empezaron a levantar estructuras fijas como la del Círculo de la Amistad, no por ello se dejaron de realizar algunos experimentos para trasladarla, si bien de corta duración y recorrido. Así, en 1957 se colocaron las casetas en lo que se llamaban Llanos de Vista Alegre.

En esa peculiar ubicación unos socios de la peña de San Agustín Los 14 Pollitos montaron una caseta, la segunda conforme se entraba detrás de una que pusieron un grupo de amigos denominado Los Habilidosos, personas entrañables a cada cual más alta, y que demostraron su habilidad evacuando el agua acumulada en los toldos, porque aquella Feria no salió lo bien que se esperaba por todo lo que llovió.

Estuve echando una mano en esa caseta de Los 14 Pollitos y pude apreciar en primera persona el ambiente de esa Feria. La tapa fundamental y distinguida era el huevo frito con tomate, que al precio de 2,50 pesetas batió todos los récords llegándose a poner alrededor de 7.300. Lo sé porque tuve que transportar 19 cajas de 32 docenas en un triciclo que solía alquilar en la puerta del Grupo Escolar Colón. Los huevos los recogía de una casa con reja tipo chalet que había en la calle Reyes Católicos, muy cerca de las Bodegas Toledo Moraleda. Rafael Laguna Redondo era el encargado de coordinar todas aquellas compras y su posterior pago.

En cuanto al tomate era Ketchup Musa, regalo del «químico» de Baldomero Moreno, que por su gran amistad con el peñista Diego Camino Pulido facilitó varias cajas de este producto que se acababa de lanzar al mercado. Las cocineras del manjar eran las esposas de otros dos peñistas, Zedor y Paco Martínez, junto a una vecina de las Costanillas.

Otro simpático recuerdo que tengo de esa de Feria fue la llegada a la caseta de unos señores del Hotel Córdoba Palace. Iban buscando, como fuera, botellas de Fino Garvey, porque era el vino que solía tomar en los aperitivos con sus amigos la singular trapecista Pinito del Oro, que aquel año volvía a actuar en nuestra Feria con el Circo Price de Madrid y se alojaba en dicho hotel, el más lujoso de la ciudad.

Esa comitiva de empleados del hotel la lideraba un tal Muñoz, que fuera jugador del Deportivo Córdoba, Al que se le facilitó solo una caja, pues las otras tenían que quedárselas en la caseta al ser el vino que tomaban Ángel Román y su cuñado Manolo Polonio, dos peñistas destacados. Aquella botella de vino de Jerez costaba unas 35 pesetas mientras que, como referencia, la media botella de Moriles 47, de Bodegas Aragón y Compañía, costaba en torno a las 8 pesetas.

Programa de la Feria

Este es el programa completo de las actuaciones y festejos de esa Feria de 1957. Comparado con lo actual, sólo nos queda la nostalgia y la resignación.

“Día 25 de mayo al 2 de junio

Mercado de Ganados durante los tres primeros días.

Espectáculos Taurinos: Intervinieron los novilleros Curro Puya, Miguel Mateo ‘Miguelín’, Miguel Sánchez Saco y Antoñito Rúa. Con novillos de Esteban González Camino. Corridas de toros con los matadores, Antonio Ordóñez, Jaime Ostos y Antonio Borrero ‘Chamaco’. Ángel Peralta, Manuel Calero ‘Calerito’, Joselito Huertas, Rafael Ortega y Joaquín Bernardó, con toros de Benítez Cubero y Concha y Sierra. Luego un festival cómico-taurino-musical.

Actuación durante tres días en los jardines junto a la estatua del Duque de Rivas de un espectáculo de marionetas patrocinado gentilmente por el Ayuntamiento de Madrid.

Una prueba Ciclista Gran Premio Feria de Mayo de Córdoba de 1957, con la organización a cargo de Educación y Descanso.

Concurso de Pruebas de Tiro de Pichón a celebrar en la Finca de los Ballesteros.

Prueba de motociclismo VIII premio de Córdoba, organizado por el Moto Vespa Club en el improvisado circuito del Paseo de la Victoria que comprenderá los 2.200 metros comprendidos por Paseo de la Victoria, avenida de la República Argentina, avenida Conde de Vallellano, avenida entre el Puente de San Rafael, adentrarse por la zona del Seminario a avenida de Fleming y acceder por la curva de la Cruz Roja otra vez al Paseo de la Victoria.

Tres funciones especiales de fuegos artificiales”.

De aquella Feria del Paseo de la Victoria no tenemos más remedio que acordarnos de la siempre acogedora y enorme caseta que solían poner las Hermandades del Trabajo. Me topaba con ella nada más entrar desde la Puerta de Gallegos, siguiendo ese trayecto a pie irrepetible que iba por San Lorenzo, Santa María de Gracia, Realejo, San Pablo, calle Nueva, Tendillas, Gondomar, Concepción y la Puerta de Gallegos, donde El Barril nos anunciaba que ya casi estábamos en la Feria. Un camino entrañable y civilizado (frente a la barbarie del actual) que era un hervidero de gente, bulla y adornos conforme te acercabas a la Victoria, donde muchos se podían sentar a descansar en los bares y cobijarse a la sombra, para «cargar las pilas» que iban a necesitar para disfrutar de la fiesta.

Caseta de las Hermandades del Trabajo en la Feria de Córdoba

Caseta de las Hermandades del Trabajo en la Feria de Córdoba

Aquellas casetas

En cualquier caseta que entraras la sombra y la familiaridad de las castañuelas se mezclaba con el revoloteo airoso de las gitanas que encima del «tablao» querían mostrar la belleza de su traje o lo bien que se contorneaban en su baile. Todo esto hacía que entraras «en trance» y te dabas cuenta enseguida de que estabas de feria entre amigos o familiares.

En esa recordada Feria, por razones de simpatía y proximidad, cada uno acudía a la caseta o casetas de su barrio, peña, cofradía, asociación o algo similar. A veces iba a la de mi empresa, Westinghouse, que se levantaba en un amplio espacio junto a la Pérgola. Pero cuando empezó a montarse en los 80 me dejaba caer por la de Los del Calvario, con el incansable hermano mayor, José María Gutiérrez, ‘El Guti’, y su gran amigo Pepe Vivas dando el callo en la barra y un montón de colaboradores más, todos voluntarios a los que aquello sólo les suponía trabajo, pero que hacían con gusto. Te sentías como en tu casa. Luego también solíamos ir a la del Esparraguero (que afortunadamente todavía permanece) para el disfrute de los simpatizantes y gente del barrio con la que íbamos.

Caseta del Calvario en el Paseo de la Victoria

Caseta del Calvario en el Paseo de la VictoriaPepe Vivas

La Feria en El Arenal

La Feria crecía y crecía, y se expandió, según los años, por los Patos y Vallellano. Ya se llevaba mucho tiempo poniendo sobre la mesa las molestias (sobre todo para los vecinos) que suponía tener la Feria en pleno centro de la ciudad, lo que era totalmente razonable. También se indicaba que perjudicaba a los jardines, lo que viendo su mantenimiento y estado actual parece una excusa muy poco consistente.

El caso es que se comenzaron a proponer nuevas ubicaciones y recordamos las disputas entre el PCE-IU y el PSOE en el Ayuntamiento (el PP pintaba entonces muy poco), los primeros proponiendo Miraflores y los segundos Vista Alegre, entonces apenas urbanizado. Al final ni unos y otros, aunque más bien tirando a los primeros, porque se trasladó al Arenal en tiempos del alcalde Herminio Trigo (1994).

El nuevo espacio, situado al sureste de la ciudad, ocupaba un total de 32 hectáreas de superficie (cinco de ellas del campo de futbol que lamentable sigue sin terminar). En el proyecto, obra de don José María García Ruiz, se indicaba que se plantarían unos 1.500 árboles, que a ciencia cierta no se saben dónde están, porque todo aquello es un auténtico desierto y una pura canícula. Todo el mundo sabe que aquello fue un lugar a donde iban los borricos, los carros y los vehículos para arrojar los escombros que generaba la construcción. Por eso hay que catalogar de cinismo aquél artículo de 'El Pregonero' de pura propaganda, con imágenes recreadas donde nos mostraba que aquello sería poco más o menos que los Jardines Colgantes de Babilonia.

Pero al margen del inhóspito sitio de ubicación actual, las propias casetas dejaron de ser lo que eran. Como sólo los jóvenes se atrevían a desplazarse por allí a determinadas horas, la música se empezó a alejar de lo que tradicionalmente solía escucharse en la Feria, con tonalidades que nos hacían creer que algunas eran una prolongación de lo que pudiera ser cualquier discoteca, con la gente joven agolpada rebasando incluso el límite de la caseta, y en muchos casos aquello parecía más un «botellón» que otra cosa.

Con este panorama, muchas de las asociaciones, peñas o hermandades que se instalaron con ilusión en aquellas primeras Ferias del Arenal lo han ido dejando con el tiempo, y cada vez hay menos casetas. Y las pocas que siguen, si bien suelen mantener nombres de antiguo, las regentan otros de tapadillo, en muchos casos hasta de otras ciudades que no saben nada de nuestras costumbres y tradiciones. Se dan casos de que, de que por ejemplo pides un medio o un valgas y el camarero te mira un tanto extrañado. No digamos si te da por pedir algo que era tan habitual como media botella de vino, que te contestan que tiene que ser una entera. Y, sobre todo, en muchas casetas (diría que la mayoría) si pides vino de Montilla – Moriles te dicen que no hay, que tiene que ser manzanilla, verdejo o algún otro brebaje por el estilo. ¿Para qué sirve entonces la Cata?

No hablemos de precios, que este año le dio a un familiar por entrar a una caseta sólo porque tenía sed y le cobraron más de 20 euros por cuatro cervezas en vasos de plástico. Al comentarle al señor de la barra que aquello era un robo, éste asintió con la cabeza sin inmutarse.

Menos mal que todavía quedan algunas, muy, muy pocas, como las de toda la vida. Este año lo he comprobado de nuevo en la del Esparraguero, atendida por hermanos, todos voluntarios, de la Hermandad del Cristo de Gracia. No te sientes en tierra extraña, que es fundamental, porque la Feria debe ser familiaridad, convivencia, y si eres atendido por gente conocida la confianza y la amistad se dan la mano.

Allí es de los pocos sitios donde puedes sentirte cómodo, al menos mientras estas dentro de la caseta. Porque si hace mucho calor como este año el ferial es un suplicio sin sombras en todo el recinto, ni en el camino a pie de ida o vuelta (toda una maravilla esa chapa metálica recalentada de las obras de Emacsa sin poner nada que protegiese a los sufridos transeúntes). Una botella de agua se paga, con razón, a precio de oro. Si vas con tus hijos o nietos para que disfruten en las atracciones y cacharritos tienes que soportar el sol estoicamente en un erial hasta el punto de que puedes coger una insolación. Ahora que tanto se habla de protección de la infancia es evidente que estas no son las mejores circunstancias para que los chiquillos disfruten.

El rincón que define la caseta del Esparraguero

El rincón que define la caseta del EsparragueroLa Voz

Pero no hay que ser pesimista. Quizás los políticos propondrán como solución que nos llevemos desde casa mochilas repletas de agua, sombrillas y paraguas a la Feria y, si puede ser, hasta asientos plegables. Esos mismos políticos que ya quedaron suficientemente retratados con toda aquella zona del Arenal alrededor del estadio del Arcángel encharcada y prácticamente imposible para poder caminar, con peligro evidente de caídas y otros accidentes, que se ha dado en varios partidos de esta Liga y hasta en uno internacional de España contra Serbia el pasado octubre. De tantas cosas «chominosas» como debe de mirar la UEFA para homologar los campos de fútbol debería haber comprobado la forma tan lamentable que presentaban los alrededores del estadio.

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